dimarts, 1 d’octubre del 2013

Disparo...

Cargó su alma de valor
cargó su arma con amor...
y disparó...
Disparó tres veces.
Tres disparos certeros
llegando a lo más adentro
y matando todos sus miedos...
Alcanzó su pequeño cuerpo
dormido tras seis inviernos...
Y despertó del letargo
mientras la vida pasaba de largo
y llegaba un tren con abrazos...
Disparó...
y de pronto el tren se paró.
Abrió las puertas del vagón.
Le abrió los ojos al amor...
Sin revisores, ni billetes
ni pasajeros... ni destinos...

Disparó...
Disparó un beso en sus labios
y por la abertura se colaron
mil mariposas volando...
Llenaron aquel estómago
que de vacío estaba colmado
con ganas de recordar
el aleteo al respirar...
Disparó...
Disparó flechas de ilusión
que alcazaron su corazón...
Y se unieron...
se unieron la tierra y el cielo
como lo hacen el mar y la arena
como las almas sin fronteras
que permanecen juntas y eternas
abrazadas... sin cadenas...
Y disparó...
Disparó tres veces
con las balas de la recámara
que salieron... inesperadas...
Disparó...
y su estómago alcanzó...
Hirió de muerte su cuerpo.
El aleteo fue creciendo,
se asustaron las mariposas,
salieron por el agujero
que aquellas balas abrieron...
y volaron... volaron muy, muy lejos...
vaciando de nuevo su cuerpo
aquel...  su pequeño cuerpo...
herido por balas al viento...




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