Se nos fue el vino en catas...
en los pequeños sorbos de prisas
con sed de beberlo todo
sin importarnos el cómo.
Derrochamos aquellos días
sin importar las muchas copas
tan llenas de tantas cosas
que con el tiempo, son tan pocas...
Se nos fue el vino en catas...
igual que tantas mañanas
por bebernos infinitas noches
sin saborear los colores
ni apreciar sus mil sabores...
Y ahora... no queda vino
ni más catas de lo divino.
Ahora queda el poso,
el sosiego del reposo...
La solera de los años,
la gran reserva de la experiencia,
la que aprecia la presencia
del sabor en las esencias...
La de degustar mañanas enteras
la sedienta de noches con sedas.
La que quiere sorberlo todo
la de despacio... y paso a paso,
desde el alba hasta el ocaso...
La que, sin copa ni vaso,
ni el jovial vino de antaño,
se emborracha con el aroma
de un sólo roce de tu boca...
La que, sin copa ni vaso,
acoge todo tu caldo
en las palmas de su mano
decantándolo en su abrazo...
La que no quiere catas, ni vinos,
tan sólo de ti, beber litros,
paladear tu elixir
y emborracharse hasta fluir
del principio
hasta el fin...
hasta el fin...
Que no se nos vayan los días
desperdiciando las carícias...
como hizo el vino... de antaño
malgastando algunos años...
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